Con la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de
Colombia, el socialismo del siglo XXI ha reinstalado la campaña para “acabar la
guerra contra las drogas” ya impulsada en el pasado por narcoestados, líderes
señalados por vínculos con el narcotráfico y/o sospechosos de ser financiados
por esa fuente. En la América Latina del siglo XXI el narcotráfico ha penetrado
en la política y desde el poder obtenido pretende terminar la naturaleza
delictiva de su actividad. El problema real es la penetración del narcotráfico
en la política y en el poder, no la lucha contra las drogas.
La naturaleza del narcotráfico es crimen, definido como “el
comercio de drogas toxicas a gran escala” que de acuerdo a la Convención de las
Naciones Unidas de 1988 contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y
Sustancias Psicotrópicas, comprende “la producción, la demanda y el tráfico
ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, que representan una
grave amenaza para la salud y el bienestar de los seres humanos y menoscaban
las bases económicas, culturales y políticas de la sociedad”.
Una acción u omisión se configura como delito cuando agravia
los derechos de sus semejantes y se tipifica como tal para proteger la
seguridad del ser humano y de la sociedad. En el caso de los delitos que
integran el narcotráfico el principal bien protegido es la salud el bienestar
de las personas como seguridad privada, y la economía, cultura y bases
políticas de la sociedad (la democracia) como seguridad pública.
El narcotráfico abarca una larga lista de delitos que van
desde los cultivos ilegales con destino a la producción de estupefacientes,
hasta el lavado de dinero y cualquier tipo de beneficio con los recursos
provenientes de esta actividad criminal. La “lucha contra las drogas” es el
genérico para las acciones contra estos crímenes y “la guerra contra las
drogas” es la denominación dada el año 1971 por el Presidente de Estados Unidos
al inicio de su política contra el narcotráfico.
Una de las estrategias centrales del narcotráfico es el
control del poder político para despenalizar el narcotráfico y fue plateada y
ejecutada por Pablo Escobar, que junto con su socio el boliviano Roberto Suárez
y el dictador Fidel Castro hicieron de Cuba el primer narcoestado de la región
a inicios de la década de 1980. Escobar lo intentó personalmente llegando a un
curul en el Congreso de Colombia.
El financiamiento a políticos, candidatos y campañas
electorales con recursos del narcotráfico está ampliamente denunciado y
documentado en la región. Importantes líderes de América latina e incluso
presidentes han perdido su visa de ingreso a los Estados Unidos señalados por
“narco vínculos” y otros están acusados y procesados.
El socialismo del siglo XXI o castrochavismo ha tomado la
doctrina de la dictadura de Cuba de utilizar el narcotráfico como arma
antiimperialista con proclamas de Castro, Guevara, Chávez, Morales, Maduro,
Ortega y más. Han concretado su posición estableciendo como narcoestados de la
actualidad a Cuba, Venezuela Bolivia y Nicaragua, con influencia en los
gobiernos de López Obrador en México, Fernández/Kirchner de Argentina y ahora
Petro en Colombia.
Desde los narcoestados el dinero del narcotráfico sirve hoy para
la conspiración permanente contra la democracia, para llevar al poder políticos
sometidos a su influencia, para asesinar la reputación de los defensores de la
democracia y para mantener en la impunidad la violación de derechos humanos que
se perpetra con terrorismo de Estado en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Partidos políticos, líderes, candidatos e incluso gobiernos no financiados o
penetrados por el narcotráfico tienen grandes dificultades para oponerse a la
acción de ilimitados recursos que han desfigurado la naturaleza de la política
y que son amenaza real a la estabilidad de gobiernos.
La lucha contra el narcotráfico no ha fracasado como
argumentan los voceros del castrochavismo, la prueba que funciona es que piden
terminar con ella. Están buscando protección a sus crímenes para no seguir el
camino del ex presidente de Honduras Juan Orlando Hernández, o el curso de
Nicolas Maduro ya requerido con 15 millones de dólares por su captura, Evo
Morales jefe del narcoestado en Bolivia, Daniel Ortega y los integrantes de la
dictadura de Cuba. Solo así se entiende la pregunta de Petro en las Naciones
Unidas: “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el
petróleo?” ¡!
La lucha contra el narcotráfico necesita ser respaldada,
actualizada y reforzada. Las democracias deben fortalecer la lucha
antinarcóticos identificando y separando del poder a quienes lo detentan para
promover defender el narcotráfico como sucede actualmente desde los
narcoestados de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
*Abogado y Politólogo. Director del
Interamerican Institute for Democracy
Opinión y Analisis.
ANN Noticias.